La caries es un peligro para el diente, que no es de piedra sino de carne y hueso. Se puede decir que tiene su corazoncito, al que llamamos coloquialmente «nervio», que está rodeado integramente por la dentina, una especie de hueso modificado que a su vez está cubierta por un cemento en la raíz y en la corona por el esmalte (la corona es la parte visible fuera de la encía)
Si permitimos que la caries avance acabará atravesando primero al esmalte y después a la dentina afectando a ese corazoncito, nervio o pulpa, unas veces avisando al tomar un helado, otras una bebida ácida o algo dulce, pero en muchas ocasiones esos síntomas llegan cuando ya es tarde y ese nervio está contaminado. Una vez infectado pasa por distintas fases que pueden durar días o semanas, generalmente con dolor intenso al principio, hasta que se muere. Entonces, el dolor cambia de signo, puede incluso desaparecer por completo, para reaparecer pasados más o menos días, en forma de dolor a la presión, sensación de diente largo e incapacidad masticatoria y desapareciendo las molestias provocadas por el frio, los dulces y los ácidos.
Esta sería la historia más frecuente del típico caso en que de la caries hemos pasado a una necrosis pulpar o muerte del nervio del diente.
Aparte de otras causas, menos frecuentes, que también conducen a una muerte (necrosis) del nervio dental como: fracturas, desgastes, traumatismos, etc., los hechos demuestran que la gran mayoría de casos que requieren un tratamiento endodóntico (endodoncia) son consecuencia de una caries avanzada, de ahí la enorme importancia que tiene descubrir a tiempo la caries. Es relativamente sencillo repararla en sus inicios, sin perder una parte importante de la estructura del diente. La odontología mínimamente invasiva requiere prevención, llegar a tiempo. Cuando el dolor avisa, desgraciadamente para el nervio, es demasiado tarde.
Recuerde que la mejor endodoncia es la que no hay que hacer.